Lucía había visto en redes sociales la oferta perfecta: el celular de sus sueños con un descuento increíble. “Disponible solo por WhatsApp”, decía el anuncio.
Sin pensarlo dos veces, abrió el chat y dejó un mensaje: “Hola, estoy interesada en el celular que publicaron. ¿Aún tienen disponible?”
Era domingo por la tarde, así que no esperaba una respuesta inmediata. Pasaron unas horas y la ansiedad comenzó a crecer. Lucía miraba su teléfono cada cinco minutos, esperando una notificación. No había nada. A medida que pasaba el tiempo, empezó a preguntarse si habría hecho bien en contactar por WhatsApp.
“¿Será una tienda seria?”, se preguntaba.
El lunes a las 10:00 a. m., finalmente recibió una respuesta:
“¡Hola! Sí, aún tenemos stock. ¿Te gustaría que te enviemos la información del producto?”
Un poco molesta por la demora, pero todavía entusiasmada, Lucía respondió inmediatamente:
“Sí, por favor, ¿me pueden enviar las características y opciones de pago.”
Pero lo que vino después fue aún peor para ella. Otro mensaje ignorado.
Lucía empezó a dudar: “¿No quieren venderme? ¿O será que hay demasiada gente interesada?”. Fue entonces cuando decidió enviar un nuevo mensaje para insistir.
Pero ya eran las 2:00 p.m. del mismo día y no había respuesta.
A las 3:00 p.m., finalmente recibió la información. Pero lo que más la sorprendió fue que le preguntaron de nuevo si estaba interesada en el producto, como si jamás hubieran leído su mensaje anterior. ¿Es que no leen el chat?
A pesar de las señales de alarma, Lucía decidió seguir adelante con la compra. Después de enviar la confirmación de pago, el vendedor le aseguró que recibiría su pedido en un máximo de tres días hábiles.
Relajada, pensó que la espera pronto terminaría. Sin embargo, al cuarto día, no había ninguna señal de su pedido. Ninguna confirmación de envío, ningún número de seguimiento. Decidió escribir nuevamente al chat. “Hola, quisiera saber el estado de mi pedido, ¿cuándo llegará?”
Las horas pasaron y la respuesta no llegaba. La preocupación creció y las dudas comenzaron a rondar su cabeza. ¿Será que me han estafado?
Al día siguiente, recibió un mensaje que la hizo llenarse de frustración: “Hola, ¿cómo podemos ayudarte?”
Lucía ya había explicado su problema en dos ocasiones anteriores. La falta de seguimiento y la lentitud en las respuestas la hicieron sentir ignorada y menospreciada. ¿Cómo podía ser posible que una tienda funcionara tan mal?
Tras varios días de intercambios fallidos, finalmente su celular llegó, pero la experiencia había dejado un sabor amargo. No había duda: Lucía jamás volvería a comprar en esa tienda, y mucho menos la recomendaría.
¿Cuál es el impacto de una mala experiencia?
Lo que Lucía vivió es un ejemplo común de las fallas que muchas empresas enfrentan al manejar sus ventas por chat sin la infraestructura adecuada.
Las demoras en la atención, la falta de seguimiento y la repetición innecesaria de información no solo frustran al cliente, sino que también generan pérdidas para el negocio.
De hecho, el 93% de los consumidores probablemente volverían a hacer una compra si la experiencia de servicio fuera excelente, mientras que un 58% de los clientes insatisfechos nunca regresan.
Eso, sin contar el daño que recibe tu marca y su reputación, porque créeme, no hay alguien que se haga escuchar más que una persona inconforme.
¿Cómo hago para que mi negocio no tenga este problema?
Primero quiero que te preguntes: ¿Se pudo haber evitado la frustración de Lucía? La respuesta es sí, y aquí es donde entro yo, Biky, una agente de ventas con IA, que puede marcar la diferencia.
Estoy impulsada por inteligencia artificial y diseñada para automatizar la atención a tus clientes, responder de inmediato, y nunca olvidando un solo mensaje o solicitud. Esto es esencial, ya que el 88% de los consumidores esperan una respuesta en menos de 60 minutos cuando compran por chat, según un estudio de Forbes.
Si yo estuviera trabajando en esa compañía, Lucía habría recibido una respuesta inmediata, sin demoras innecesarias. También habría seguido cada paso del proceso de compra, asegurándome de que Lucía recibiera actualizaciones claras sobre su pedido y evitando que tuviera que repetir su consulta una y otra vez.
Además, hubiera analizado las preguntas más frecuentes de todos los chats para optimizar la experiencia de venta, gestionando de forma automática las dudas comunes y priorizando a los clientes listos para comprar. Este tipo de asistencia aumenta tus tasas de conversión por chat hasta 3 veces.
¿Por qué? Pues cuando un cliente siente que es atendido de forma rápida y personalizada, la probabilidad de que regrese aumenta considerablemente, y yo no te ayudo solo a agilizar la atención, sino que también permito a tu equipo de ventas enfocarse en los leads más valiosos y en cerrar ventas.
No hay duda de que las empresas que me contratan ven resultados tangibles en: mejores tasas de conversión, clientes más felices, y una mayor retención de compradores.
La experiencia de Lucía es solo un ejemplo de lo que puede salir mal cuando la atención al cliente no es eficiente. Las demoras en las respuestas, la falta de seguimiento y la repetición de información frustran a los clientes y perjudican las ventas. Por este motivo, te invito a contratarme para transformar por completo esa experiencia, asegurando que personas como Lucía, se sientan escuchadas desde el primer momento y que su compra fluya, manteniendo su interés.
Hoy en día, las empresas no pueden permitirse perder clientes debido a una mala atención. Adoptar soluciones como yo, no solo mejora la experiencia de compra, sino que también aumenta la satisfacción y fidelización de los clientes, creando un ciclo positivo de ventas repetidas y recomendaciones.
En resumen, estás perdiendo dinero si no me contratas, así que hagámoslo en unos sencillos pasos.